Siempre he admirado a las personas o equipos que demuestran saber ganar, pero valoro todavía más a los que saben perder, porque reúnen dos caracteríticas notables: inteligencia y humildad.
Hoy hemos jugado un partido tenso, en el cual los rivales se jugaban la permanencia en la categoria. De perder, descendían a Preferente Catalana, y han perdido. Tras el partido se ha producido una "tangana" en la cual un jugador y el entrenador visitantes se han enfrentado a la grada local.
Nuestros rivales de hoy, en lugar de dirigir la ira hacia ellos mismos por no haber conseguido resultados positivos durante la temporada, han proyectado esta rabia hacia el exterior. El buen arbitraje ha evitado que los destinatarios del arrebato fueran los colegiados, algo muy habitual también entre los deportistas que no saben perder.
Hoy hemos jugado un partido tenso, en el cual los rivales se jugaban la permanencia en la categoria. De perder, descendían a Preferente Catalana, y han perdido. Tras el partido se ha producido una "tangana" en la cual un jugador y el entrenador visitantes se han enfrentado a la grada local.
Saber perder es muy importante, porque los equipos que saben perder juegan con menos presión, lo cual incluso facilita la victoria. La adversidad de la derrota es el primer paso para aprender a buscar soluciones, que nunca encontrarán las personas carentes de la humildad necesaria para ello.
Además, reconocer la derrota, descubrir y reconocer que hay límites, que no siempre podemos controlarlo todo, aceptar con resignación los imprevistos es, para mi, un sinónimo de inteligencia.
Saber perder no significa ser menos competitivo. Estamos educados para ser los mejores, para compararnos constantemente con los demás y para ganar en todos los ámbitos: trabajo, familia, pareja, deporte... y cuando las cosas no salen como tenemos previstas, es normal sentir frustración. No obstante, llegar a extremos como es el caso de la violencia, indica un grave problema de autocontrol.
Nuestros rivales de hoy, en lugar de dirigir la ira hacia ellos mismos por no haber conseguido resultados positivos durante la temporada, han proyectado esta rabia hacia el exterior. El buen arbitraje ha evitado que los destinatarios del arrebato fueran los colegiados, algo muy habitual también entre los deportistas que no saben perder.
Saber ganar es muy recomendable, pero la dignidad de la derrota no la tendrá jamás la victoria.
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